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06 Auroville: una utopía agridulce

  • Abre el Ojo
  • "This is Tomorrow"
  • Número 09 - 6 de junio de 2017
Sara Oliver Gómez de la Vega
  • Sara Oliver Gómez de la Vega

Proyectamos para construir un mejor futuro, basamos nuestros diseños en premisas con buenas intenciones y responsabilidad para edificar nuevos horizontes de comunión, no obstante, esto no garantiza el éxito de las propuestas.

Empecemos haciéndonos una pregunta: ¿podremos algún día alcanzar un equilibrio entre diversidad y convivencia en nuestras comunidades o estamos abocados al conflicto social?

Con la expansión y mejora de los medios de comunicación se han hecho cada vez más visibles las diferencias y desigualdades en nuestras sociedades. Noticias que reflejan un alzamiento del odio hacia lo foráneo me hacen preguntarme si cada vez nos estamos volviendo más exclusivos e individualistas. Por otro lado, otros movimientos que luchan contra la discriminación y promueven la igualdad emergen más fuertes.

A lo largo de la historia filósofos, pensadores, artistas y arquitectos entre otros, se han pasado vidas enteras diseñando posibles modelos que hicieran de nuestra civilización un mundo mejor y en paz. Pero ¿cómo será el futuro de nuestras comunidades? ¿Conseguiremos algún día respetarnos, aceptarnos y comprendernos entre distintas culturas?

En el sureste de la India existe un pueblo que establece un modelo de comunidad en equilibrio entre distintas culturas. En ella conviven unas 2.200 personas de 47 países, además de voluntarios y turistas que visitan la ciudad todos los años. Auroville -así se llama esta utopía- quiere ser “una ciudad universal, donde los hombres y mujeres de todos los países sean capaces de vivir en progresiva paz y armonía por encima de toda religión, creencias políticas y nacionalidades”.

Vista aérea del Matrimandir, centro de la plaza de Auroville y espacio dedicado a la meditación.

Auroville ocupa un espacio de 20 km2 que intercala con parcelas de pueblos locales y se encuentra a 10 km de la ciudad de Pondicherry. Fue fundada en 1968 por Mirra Alfassa -discípula de Sri Aurobindo y conocida como “La Madre”- con ayuda de la UNESCO y del Gobierno de la India. El arquitecto Roger Anger diseñó el plano urbanístico en forma de galaxia, y ocupando el centro se encuentra el Matrimandir, un espacio para la meditación y la búsqueda interior.

A primera vista, Auroville parece un remanso de paz en un mar de desigualdad y discordia. Pero no todo en Auroville es tan perfecto como parece. Auroville es una amalgama de conflictos y contradicciones.

La visión de La Madre era crear un espacio internacional para alcanzar la unidad humana, donde se pudiera encontrar el equilibrio entre los distintos logros y aspiraciones de diversas tradiciones culturales. Pero parece inevitable que aparezcan individuos que promuevan sus intereses personales, lo que a veces provoca conflictos en la comunidad y también en las comunidades vecinas. Auroville se rige por sufragio universal y participación social, una idea inclusiva para sus habitantes, pero que en la práctica, dificulta la toma de decisiones. Las reuniones se eternizan y se vuelve muy difícil llegar a un consenso general.

Interior del Matrimandir, centro de Auroville.

Auroville promueve una vida basada en la frugalidad y en equilibrio con el medio ambiente y se requiere que los aurovillians sean voluntarios que crean en el sueño que la ciudad promueve: “un lugar donde las necesidades del espíritu y la preocupación por el progreso tendrán preferencia sobre la búsqueda del placer y el disfrute material”.

Sin embargo, la ciudad tiene que importar comida a menudo de la industria bioquímica, ya que lo que produce localmente no llega para abastecer a todos los aurovillians y sus visitantes. La mayoría de aurovillians no hindúes -y de origen occidental- vuelven a sus países de origen en verano; no solo por el insoportable calor, sino también para hacer dinero, porque lo que reciben de Auroville no es suficiente para el estilo de vida al que están acostumbrados.

A todo esto se suma que en los últimos años ha habido casos de robos y acoso sexual en Auroville y sus alrededores, por lo que recomiendan no andar solo/a por la calle cuando se pone el sol y no llevar objetos de valor encima.

Las utopías presentan mundos alternativos que nos fuerzan a salir de nuestra zona de confort para mejorar nuestras situaciones actuales, pero ¿cómo podemos encontrar el equilibrio entre conservar nuestra autonomía y privacidad y abrirnos lo suficiente para respetar nuestras diferencias y aun así ser solidarios e inclusivos?

“El conocimiento es un rumor hasta que vive en el cuerpo” — The OA

Auroville puede que no sea una utopía, pero sí un proyecto, un laboratorio de experimentación de teorías sociales y utópicas que quizás algún día seamos capaces de alcanzar. Es importante mantenernos abiertos a la incertidumbre de los resultados, porque realmente no existe un modelo perfecto. Los modelos varían según las distintas necesidades que nuestras sociedades y nosotros mismos vayamos teniendo, y estas están en constante cambio. Teorizar no sirve de nada si no lo ponemos en práctica. Quizás mejor que utopías, deberíamos desear más laboratorios e iniciativas sociales que nos permitan poner en práctica distintos modelos, aunque ello implique su fracaso.

Esto implica que debemos estar abiertos a lo desconocido y a nuevos descubrimientos, y esta no es tarea fácil en una sociedad donde las certezas que acumulamos son directamente proporcionales al estatus y la atención que recibimos. Vivimos en una sociedad que nos enseña que el fracaso es vergonzoso, en vez de fomentar un aprendizaje para el futuro éxito. Es difícil desaprender los juicios que la sociedad nos enseña sobre las cosas y hace falta ser valientes para desafiar nuestras propias creencias y manías.


¿Es necesario viajar a la India para encontrarnos a nosotros mismos? Quizás el simple hecho de posicionarnos fuera de nuestras zonas de confort nos ayude a descubrirnos en distintos contextos. Basta con salir de la burbuja personal y hacer un esfuerzo por posicionarnos en el lugar de la persona que tenemos enfrente; entendiendo no solo el momento presente, sino todo el contexto de una persona, desde las raíces culturales hasta su entorno. No importa donde vivamos o donde nos encontremos, siempre va a resultar difícil encontrar un balance entre el ser-el ego y el otro.

Debemos luchar por generar más espacios abiertos al cambio en nuestras sociedades sin sancionar a esas iniciativas que plantean alternativas a la vida en la ciudad. Vivir en la incertidumbre es desestabilizador y asusta. Pero vivimos en la era de la incertidumbre y quizás no queda otra alternativa que abrirnos al cambio y empezar a acostumbrarnos a él. Quizás lo mejor que podemos desear para nuestro futuro sea el misterio.

 

Autora: Sara Oliver


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