Como no podía ser de otra forma, desde su nacimiento como técnica o arte, la fotografía ha estado tan íntimamente unida al sexo como unas medias de rejilla.
05 Sexo, filias y fotografías sin mirar
Para empezar, y sé que esto puede sonar a huida cobarde, si algo he aprendido tanto como fotógrafo como en mi función de editor gráfico o periodista, o ser humano, es que el “sexo”, la definición de “sexo”, es algo tan etéreo como personal. ¿Qué es? ¿Qué significa hacer una foto de temática sexual? Lo que tengo claro es que, sobre todo en determinados círculos, cualquier cosa que mínimamente parezca o se relacione con el sexo es motivo de polémica, discusión, protesta, nerviosismo… ¿Es el sexo pasión? ¿Es dominación? ¿Es sumisión? ¿Ambas cosas? ¿Es la consecuencia del amor? ¿Al menos de determinados tipos de amor…? ¿Podemos siquiera afirmar que el sexo, que una fotografía de temática sexual, ha de estar protagonizada por un ser humano?
Una fusta de cuero, por sí misma, puede ser sexo, unos zapatos de tacón, una flor, unas botas, una prenda de ropa interior, un disfraz de colegiala, una muñeca de plástico, una estatua del siglo XVIII, un traje de látex amarillo…
Tampoco podemos afirmar que un cuerpo entero pueda ser exclusivamente objeto de una fotografía de índole sexual. Un pie puede ser sexo para muchas personas, una uña, un cuello, una espalda, el pelo…
Un sujeto fotográfico de lo más interesante y de lo más esquivo, un motivo artístico que ha estado presente desde el momento en que los avances tecnológicos (como el daguerrotipo, la estereoscopia o los calotipos) lograron popularizar y facilitar los procesos de producción y reproducción. Y si hablamos de producción de este tipo de arte, tenemos que mencionar que París, no podía ser de otra manera, allí donde más estudios fotográficos dedicados a estas artes había en el mundo y donde las fotos se vendían ilegalmente, en formato de series, ocultas entre las ropas de los vendedores especializados en este tipo de mercancías en lugares transitados como estaciones de tren.

Su aceptación, tal y como pasa hoy día, era muy amplia y eso que, en algunos aspectos, no puede haber nada más alejado del sexo que una fotografía; o algo tan cercano. Cuando miras una fotografía, entre el que ve y el objeto fotografiado se interponen capas tecnológicas y humanas. Cuando viajas hacia la imagen, a través de ellas, recorres no solo un medio de reproducción, como pudiera ser un dispositivo electrónico o un papel impreso, sino que, además, entre lo fotografiado y tú mismo hay otro dispositivo tecnológico, otro ojo, otra mano, a veces incluso todo un equipo de producción, una maquilladora, una peluquera, un retocador fotográfico…
Si, obviamente, a través de la fotografía no podemos satisfacer la mayor parte de los aspectos del sexo (olor, tacto, oído, intimidad…), ¿por qué ha sido y es demandada tan ampliamente tanto por personas que gustan de su lado más cercano a un discurso artístico como por personas que solo buscan aplacar ciertos deseos sexuales… o incluso aquellos que puedan buscar ambas?
La respuesta variará dependiendo de la persona.
Algunos, los apocalípticos sociales, hablarán de la creciente individualización y aislamiento del ser humano; los religiosos verán en ello un caso más (solo uno más) de la depravación y el pecado; algunos marxistas quizá vean en esto un caso más de la mercantilización del cuerpo humano; los defensores del arte dirán que es una expresión creativa más y que la belleza está presente también aquí; los más románticos que puede ser una expresión del amor; los más voyeur (grupo que contará seguro con miembros de todos los anteriores) afirmarán que es un placer para la vista…
La fragmentación de la realidad (aquí vendría bien acordarse de William Burroughs y sus cut-ups, las composiciones de polaroids de David Hockney o los dadaístas y sus collages) es algo tan unido a la naturaleza de la fotografía y, a mi juicio, algo por lo cual se asemeja tanto al funcionamiento de nuestra memoria, es una de las razones por las cuales posee ese poder de evocación tan enorme, casi como el sentido del olfato. La fotografía va directamente al cerebro, a nuestro sistema operativo nervioso. No tiene tanto que ver con los ojos como órgano físico como con la memoria, los recuerdos, la evocación, la imaginación.
Fotógrafos como Brassaï, Edward Weston, Auguste Belloc, Robert Mapplethorpe, Ralph Gibson, Nobuyoshi Araki; los más cercanos al mundo de la moda como Helmut Newton, Juergen Teller o Terry Richarson… casi todos han deambulado por esos caminos inclinándose hacia cualquiera de las orillas, tanto la puramente artística como la abiertamente provocadora y sexual… o por ambas a la vez. Incluso en el campo de la fotografía más documental, de proyecto personal o de reportaje, tenemos ejemplos de una profundidad y una perturbadora claridad en trabajos como los de Nan Goldin, Larry Clark o los desnudos despreocupados y el hype adolescente contemporáneo de Ryan McGinley…
Esta posición, no tanto la artística sino la más pop o incluso kitsch, una forma más de banalizar el tema y demostrar que no pasa nada -la tierra no se abre ni cae el Armagedón sobre nosotros, si tenemos fotos de temática erótica o sexual-, está presente en nuestra sociedad, por ejemplo, en libros como The Big Book of Breast, The New Erotic Photography o The Big Penis Book… Aunque, si se trata de literatura al respecto, me gustaría recomendar las obras de William A. Ewing como El siglo del cuerpo o Amor y deseo, donde afirma que toda fotografía parte del deseo. ¿Y qué es el sexo sino fundamentalmente deseo?
Escribiendo ahora desde el punto de vista del fotógrafo, puedo afirmar, al menos en lo relativo a mi caso personal, que todas esas opciones pueden caber, de una u otra forma, en las relaciones entre fotografía y sexo. A veces, incluso, todas entrelazadas: siempre hay deseos (deseo físico, deseo de creación…) y siempre hay un afán por indagar en tu propio lenguaje visual, en tus capacidades de lectura de lo que tienes delante de tus ojos y tu cámara. Siempre hay un grado de susurro, de intimidad, incluso de un tipo de intimidad pública: casi siempre las fotos se ven en soledad también, al igual que se leen los poemas. Hay amor, diversos tipos del mismo, y hay sexo, en una variedad de clases también, eso depende de cada uno. Lo que considero que debería reinar, más que nada, es la libertad; toneladas de ella, tanto para hacer, como para ver, para enseñar y para valorar. Con apertura de miras y respeto; que nadie te obliga a mirar. Si no te gusta, mira otra cosa, incluso a ti mismo… o a una imagen de ti mismo.
Autor: Íñigo de Amescua
Imagen de portada: Íñigo de Amescua.
Fotografías:
- Helmut Newton: Shoe, Monte-Carlo, 1983. Helmut Newton Foundation.
- Brassaï: Nude, 1932.
- Louis Camille d'Olivier, S.T., 1853-1854. J. Paul Getty Museum.
- Robert Mapplethorpe: Peter Reed, 1980. Phillips de Pury & Company.
- Ralph Gibson: Leda, 1974. B model magazine.
- Nobuyoshi Araki: S.T., 2000.