Todo tiene relación con el deseo. Así lo percibimos no en una sesión de terapia de grupo -aunque quizás lo sea- sino en la última reunión del Comité de Redacción de Abre el Ojo. En efecto, bien como sexo, futuro o experiencia, el deseo es un motor fundamental en nuestras vidas para que cualquier circunstancia cambie y dibuje nuevos horizontes constantemente. Convencidos de ello, nos preguntamos: ¿por qué no dedicar el resto de números de este curso a crear una trilogía del deseo?
Esto nos permite retomar temas y referencias muy celebrados en la Editorial del IED Madrid, como Patrones de intimidad de Ana Belén López Plazas, Premio Especial Arquímedes al mejor trabajo de investigación en 2012 y fruto del proyecto Cartografías del Deseo. En aquella ocasión ya recordamos el origen etimológico de “deseo”: de-sidus, que nos remite a algo que procede de las estrellas. Un bonito origen que el Dictionnaire étymologique de la langue latine de Ernout y Meillet matiza un poco más: “desear” significa apartar la mirada del cielo para volverla hacia la tierra, lo que produce en nosotros una honda nostalgia ante lo perdido.
Abre el Ojo siempre ha querido “considerar” (cum-sideratio: orientarse a través de las estrellas) temas que puedan inspirar al lector, y esta trilogía promete estímulos más que suficientes. Así que descendemos de las estrellas inicialmente para fijarnos en el cuerpo, en su dimensión física y sexual, iniciando por la relación entre arquitectura y habitus -tan presente en libros como Carne y piedra, de Richard Sennett, o en autores como Pierre Bourdieu-, para estudiar cómo se ha configurado nuestra mirada y nuestra forma de proyectar. Desde este punto de partida iremos vislumbrando la enorme presencia del sexo y la atracción en el arte y en nuestras costumbres para, en último término, plantear otros posibles viajes cuyos límites solamente conoce nuestra imaginación.
Por ello mismo, también miramos en distintas direcciones para rastrear tendencias y modas, sentir los vientos de la creatividad gallega, reivindicar la importancia del proceso o la belleza que exhibe una torre en Shanghái, porque aspiramos al cielo, sabiendo que las estrellas no están tan lejos. Así lo afirmaba poéticamente Carl Sagan: “estamos hechos de la misma sustancia que las estrellas”, o físicamente Chris Impey, quien confirmaba que toda la materia orgánica que contiene carbono fue producida originalmente en las estrellas, hecho que la Sloan Digital Sky Survey ha confirmado recientemente.
Volvamos a mirar al cielo para “desear” con intensidad y, por supuesto, hagámoslo siempre en buena compañía.
Fotografía de portada: Borja Bernárdez