Masculinidad, espacio propio, diseño de interiores y utopías sexuales han tenido todos a la vez un controvertido faro durante mucho tiempo: Playboy. Descubrimos qué aportó y qué modelo social aparece tras esta publicación.
02 Diseñando un playboy
1 Conejitas, mansiones, batines y sexo
Si estuviésemos jugando a las adivinanzas, la primera respuesta que seguro seduciría nuestras mentes, tras mostrarnos esta relación de sugerentes y reveladores términos, sería sin duda la revista Playboy.
Fundada en el Chicago de los años 50 por el conocido Hugh Hefner, Playboy es el referente internacional de las publicaciones de entretenimiento para adultos más conocido en el mundo. Pero pocos saben que Playboy no nace solamente como una mera revista de contenido erótico dirigido al perfil medio del hombre heterosexual aburrido, sino que –como expone Beatriz Preciado en su libro Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en Playboy durante la Guerra Fría– fue el instrumento de su fundador para promover un movimiento de liberación sexual masculino que pretendía romper con las leyes sexuales y morales del momento.
Se difunde así un nuevo modelo de utopía sexual vislumbrada a través de una nueva concepción de la vivienda urbana. En ella la disposición y el diseño de sus interiores domésticos tendrán tanta relevancia que el contenido de la revista llegará a formar parte del imaginario arquitectónico de la segunda mitad del siglo XX. Hasta el punto de que Sigfried Giedion, el historiador de arquitectura más influyente de mediados de siglo, llegó a acuñar el término “arquitectura Playboy” en la introducción a la segunda edición de su obra Espacio, tiempo y arquitectura.
2 La revolución Playboy
Del mismo modo que en su momento Claude-Nicolás Ledoux o el Marqués de Sade se manifestaron diseñando la Maison du Plaisir o creando una extensa escenografía para la puesta en escena de historias de placer y dolor respectivamente, hecho que llevaron a cabo en pleno levantamiento de la Revolución Francesa (época en el que se cultivan nuevas formas de configuración de identidad sexual y de control del cuerpo), Hefner creó el proyecto Playboy en plena Guerra Fría, en un momento de fuerte transformación política y social.
Esta época de postguerra se caracterizó por la consolidación de nuevos modelos de género, raza y sexualidad que se vieron reforzados a través de un nuevo régimen espacial proveniente de una eventual amenaza de ataques nucleares sobre las metrópolis americanas. Se inició, como consecuencia, la construcción de barrios residenciales familiares alejados de los núcleos urbanos, dejando a las mujeres y niños aislados y recluidos en sus hogares. Mientras tanto, los automóviles facilitaban el desplazamiento de los hombres hacia sus lugares de trabajo. Este hecho potenciaría una segregación de género mucho más abrupta que la existente en el espacio metropolitano del siglo XIX, donde el espacio público, exterior y político era sinónimo de masculinidad, y el espacio doméstico, interior y privado se definía como una esfera exclusivamente femenina.
En un escenario de estas características, el discurso de Playboy llamará a la ocupación y recuperación masculina del espacio doméstico. Como si de Virginia Wolf se tratase, en un posible berrinche por el avance del movimiento feminista, Hefner defenderá el derecho de los hombres a un espacio propio, incorporando en cada número de la revista un reportaje de arquitectura y espacios domésticos dedicado al nuevo soltero urbano.
Esta es una demanda que se opone a los valores dominantes del concepto clásico de familia y de una tradicional masculinidad heroica. Reivindicaciones que paralelamente ya poseían fuerza en los movimientos feministas y homosexuales, pero sin duda en direcciones totalmente opuestas. Hefner pretende desligarse públicamente de los enfoques de estos últimos movimientos abatiendo la cuarta pared del espacio doméstico, en la que el activo voyeur solamente podía ser masculino, y el pasivo objeto de deseo solamente podía ser femenino. Se da así entrada en esta revolución a las playmates, ahuyentando así toda sospecha de ser cómplice de cualquier vicio antiamericano.
Votamos a favor de un sexualidad heterosexual hasta que se presente algo mejor
(Hugh Hefner)
Con Playboy brota una nueva identidad masculina: el hombre heterosexual, soltero, sin ataduras, urbanita y, lo más importante, casero. Nace de esta forma el hombre Playboy. Pero para transformar al hombre heterosexual americano medio de los años 50 en un playboy, era necesario diseñar un entorno erótico alternativo al de la vivienda familiar suburbana, ya que solo a través de la reapropiación del espacio doméstico y su rediseño interior, un hombre podría convertirse en un playboy.
3 El apartamento

Un edificio de vidrio que hacía totalmente visible su interior
La revista publicó en 1956 “Playboy´s Penthouse Apartament: A High Handsome Haven-preplanned and furnished for the Bachelor in Town”, un artículo en el que muestra el diseño de un ático para solteros, cuya gestión del espacio interior facilita la soñada vida sexual del hombre Playboy. Una inusual interpretación erótica del Diseño en la que determinados objetos y características del espacio interior adquirían todo el protagonismo. Así, la versatilidad de los espacios abiertos, la flexibilidad de módulos, la saturación de aparatos eléctricos o el carácter lúdico del mobiliario se veían materializadas en diseños de Saarinen, Borsani o el matrimonio Eames.
Esta funcionalidad facilitaba los encuentros sexuales y su rápida despedida posterior. Una propuesta de apartamento que en 1962 evolucionaría gracias al Playboy Townhouse de Chicago, diseñado por el arquitecto R. Donald Jaye, un proyecto que por sí solo se había convertido en un objeto pornográfico para el deleite del lector.

Playboy Townhouse. Como se puede ver en la sección del edificio, la vivienda estaba dividida por un espacio abierto central, en cuya base se encontraba la piscina. Es un dispositivo de rotación que creaba dos espacios totalmente diferenciados, permitiendo al inquilino llevar una doble vida
Esta nueva visión de la arquitectura da lugar a un modelo de interior postdoméstico, donde elementos como las mamparas correderas, bares giratorios o cocinas ocultas, entre otros, se convierten en elementos clave para la seducción. Consiguen convertir pues estos meros objetos en objetos de deseo al hacerlos formar parte de la propia narración.
4 Elementos de seducción
La publicación de Hefner concebía los muebles como prolongaciones del soltero seductor; y los dotaba de características sobrehumanas imprescindibles para cumplir su objetivo. Veamos a continuación algunos de los muebles estrella del apartamento:
La silla Tulip de Eero Saarinen, según la revista, permite convertir la zona de trabajo en un espacio de ligue con tan solo girar sobre la misma.
El sofá D70 de Borsani, a través de su flexibilidad y pulsando uno de sus botones laterales, permitiría a su usuario e invitaba a situarse en posición horizontal sin tener que trasladarse al dormitorio. Una táctica que se acercaría más a un cepo que a una solución eficiente.
La cama redonda, diseño del propio Hefner, es el mueble que obtuvo mejor acogida entre los lectores. Giratoria, móvil y provista con un panel de control, teléfono, radio, bar y mesilla de noche, la cama deja de ser un lugar de encuentro con Morfeo para convertirse en una central de mandos donde trabajo, reuniones y fiesta también tenían cabida.
O por último, la denominada Kitchenless Kitchen, un proyecto de cocina que se convierte en una completa operación de camuflaje. Las paredes de la cocina están creadas por seis paneles Shoji de estilo japonés con el fin de aportar versatilidad y poder cerrar o abrir el espacio al gusto de cada uno, sin tener que estar visualmente siempre presente. Una vez abierta y visible, nos encontramos una cocina de estética aséptica y totalmente técnica, cualidades cuyos diseñadores consideraban más afines al hombre Playboy. Con el diseño de esta cocina, tal y como describe Beatriz Preciado en su libro: “habían conseguido que la mujer desapareciese de la cocina. La limpieza del hogar, que Playboy considera un típico trabajo manual de la Hausfrau, es desempeñada por máquinas que permiten transformar la cocina en un área de esparcimiento para el joven experto en vinos y carnes”. Cabe destacar que la estrategia de Playboy para sus lectores era modelar a una compañera ideal que no supusiese una amenaza para su autonomía sexual y doméstica.
Toda creación es resultado de su contexto histórico y, al mismo tiempo, actúa sobre dicho momento modificando el futuro. Este feedback no siempre es perceptible sin una distancia razonable de tiempo que nos permita contemplarlo con perspectiva, ya que prejuicios, tabúes o visiones presentadas pueden dificultar esta comprensión.
Es imprescindible abordar todo fenómeno de creación social, como puede ser el binomio diseño-sexo, desde enfoques abiertos a la complejidad para poder entender mejor las influencias entre los mismos. Atreverse a ello, como hace Beatriz Preciado con la doctrina Playboy, nos ayuda a desvelar los entramados de la posmodernidad.
Autora: Iria del Bosque