En pleno siglo XXI y rodeados de tecnología y de nuevas formas de comunicación seguimos repitiendo maneras de ver e interpretar la vida que son más propias del siglo XII que de nuestra era. Más aún si lo que se trata de censurar es el cuerpo (femenino).
02 #freethebody & #freethemind. Algoritmos miopes y la censura en “la sociedad del conocimiento”
Septiembre de 2016. Una de las redes sociales más usadas y conocidas del planeta, Facebook, censura una histórica fotografía de guerra tomada en Vietnam y al periodista noruego que la colgó, ya que –¿alguien? ¿algo?– opina que es pornografía infantil, tardando dos semanas en darse cuenta del error y rectificar. Durante ese tiempo clausura cuentas, impide explicaciones y se convierte en un muro comunicacional más digno de una dictadura que de una firma que apueste por las relaciones horizontales o por la apertura y cercanía que tanto se defiende, y que han traído las redes sociales a nuestras sociedades.
Casos similares hay muchos más, como la censura de El origen del mundo de Gustave Courbet. Lo que se deduce de ello es que,
en la era de las tecnologías y de la comunicación, del tiempo real y la gestión de la información, de la “aldea global” y “las redes”, resulta que una de las mayores empresas tecnológicas del mundo no es capaz de interpretar la información, es decir, falla en reconocer el contexto y la naturaleza de un contenido en concreto y, además, deja a las claras que carece de canales para reconocer su error, perjudicando a usuarios, clausurando cuentas…
En palabras del editor jefe del medio noruego, Espen Egil Hansen, en el que colabora el periodista que publicó el post, declara en una carta pública a Mark Zuckerberg: “Escucha Mark, esto es serio. Primero creas reglas que no saben distinguir entre pornografía infantil y fotografías de guerra famosas. Luego implementas esas reglas sin permitir un espacio para el buen juicio. Finalmente incluso censuras la crítica en contra de vuestra decisión y cualquier discusión sobre la decisión y castigas a la persona que se atreve a mostrar su criticismo”.
Meat is shame
Esta nueva situación de censura y pavor hacia el cuerpo humano, que se podría definir como pueril pero que es más bien retrógrada, afecta a campos que incluyen la fotografía, el arte, el diseño, la moda… a cualquier campo de creación humana y choca de frente con todo lo que se nos ha vendido que es la revolución de la comunicación, la información, las relaciones laborales. Una especie de contra-revolución puritana postmoderna o, más bien, reaccionaria.
Esta situación, relativa sobre todo a la desnudez del ser humano, contrasta con el hecho de que todos los días en redes sociales como
Facebook o Twitter se publican comentarios y fotografías machistas, filonazis, homófobas, antidemocráticas, racistas, amenazas de muerte… sin que, al parecer, los santos algoritmos o los trabajadores irlandeses o filipinos (que cobran 300$ al mes) que ejercen de censores para Twitter o Facebook, reaccionen, prohíban, censuren o excluyan a sus autores.
Una bandera preconstitucional es más difícil de distinguir que un pezón, supongo. ¿Así es como funciona la censura tecnológica en la Edad de la Información, el outsourcing y el trabajo precario?
Exactamente igual que si fuera una cadena de montaje de teléfonos móviles, una fábrica de textil o una planta de ensamblaje.
Parece que vivimos en una especie de Nueva Edad Media del siglo XXI en la que sobre todo el cuerpo humano, más aún el de las mujeres, es el objetivo de la censura más arcaica y en el que ya casi ningún Estado se corta en dejar a las claras sus ansias de cercenar contenidos. Una sociedad en la que tenemos herramientas dignas de una novela de ciencia ficción, pero una fábrica moral que es más propia de una novela histórica de tiempos previos al Renacimiento. Lo que adquiere mayor importancia cuando se tiene en cuenta que más del 60% de norteamericanos llegan a las noticias a través de Twitter y Facebook.
Jillian C. York es Director de Libertad de Expresión Internacional de la Electronic Frontier Foundation y co-fundador de Online Censorship, una plataforma con contenido generado por sus usuarios que documenta el contenido eliminado por seis redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram, Flickr, Google+ y YouTube) para analizar cómo estas firmas moderan el contenido que contienen y cómo afecta esto a la libertad de expresión online.
Precisamente Online Censorship ha publicado su primer estudio sobre la censura. En él se puede comprobar cómo Facebook es la plataforma con las tijeras más largas y que los casos de censura por exposición del cuerpo cuadruplican los debidos a delitos de odio.
York, en una entrevista para Index On Censorship, indica que esta red social tiene políticas muy discriminadoras respecto al cuerpo femenino y que, incluso, fue expulsado temporalmente de Facebook por compartir una campaña de concienciación sobre el cáncer de pecho.
Algo que sucede de manera continua con otros contenidos que tienen que ver con la defensa de los derechos del colectivo LGTB, como ha sucedido recientemente con el libro de pintura del artista americano Douglas Blanchard titulado The Passion of Christ: A Gay Vision.
Casos como estos son muy comunes también en Instagram, plataforma que obliga a ocultar los pezones femeninos (de ahí la campaña #freethenipple), pero que, en cambio, admite y envía publicidad de “sitios de contactos” con el nombre de “Esta noche mojas” en los que se asegura el éxito de conquista con frases como: “Jamás te lo habían puesto tan fácil”... Hecho que traté personalmente de poner en conocimiento de Instagram sin obtener ninguna contestación, porque es imposible ponerse en contacto con ellos.
Comunicación cerrada, unidireccional y absolutamente vertical para los amantes de las teorías de la comunicación de masas. Contradicciones en las que se cae siempre que se habla de censura y de sociedad de la comunicación.
¿Realmente son tan ofensivos los pezones femeninos como para tener que borrarlos en todas las fotos que se publican en Instagram? ¿No debería ser mejor que cada uno elija su nivel de aceptación de contenidos salvando los obvios casos penales? ¿Significa que algunos estados (China, Israel…) han privatizado o dejado en manos de empresas particulares hasta la función de censura? ¿Al menos nos queda Tumblr?
A nosotros queda responder a estas preguntas y tomar partido. No podemos permanecer callados.