Cuando hablamos del lado “oscuro” de algo, nuestra imaginación enseguida se dispara, bien por lo que tiene de oculto, misterioso, bien por lo siniestro o sucio que suponemos en sus entrañas. Además, oímos por doquier el sueño de una sociedad transparente, pero ¿no resulta un engaño?, y aún más, ¿no puede extraerse nada bueno del lado oscuro? Si dejamos atrás prejuicios, probablemente descubramos la importancia de lo que se esconde, de lo oscuro que retiene en sí la luz.
Desde Abre el Ojo no queremos caer en complacencias y mantener siempre alerta nuestro espíritu crítico, lo que nos lleva a desvelar habituales dilemas éticos relacionados con la profesión de diseñador y también a reivindicar la noche, frente a la intensa iluminación del mundo, convertido en un gran espectáculo mediático. ¿Cuál es nuestra posición dentro de este sistema? ¿Podemos establecer alguna distancia?
Recordemos a Edmund Burke, quien defendía que “todas las privaciones generales son sublimes: el vacío, la oscuridad, la soledad, el silencio”. En ello creemos, descubriendo la fascinación presente en el lado oscuro del diseño, que nos conduce a apreciar temas y lugares tradicionalmente silenciados, mientras nos vamos acostumbrado al encanto de las sombras.
De esta forma, como creadores de cultura que somos, hacemos nuestro el lema de José María Valverde, “nulla aesthetica sine ethica”, pero siendo conscientes también de una honda necesidad de estética en nuestra existencia. De ahí que completemos el tema que nos guía en este número con un pequeño especial sobre la Bienal de Venecia, Reporting from the Front, y con las habituales secciones de la revista, nuestros fieles faros para construir una historia y un debate público a los que os invitamos a participar.
Seamos -como reivindicaba Michel Serres- "viajeros del claroscuro", porque para ver, necesitamos la sombra para no quedar cegados por la luz. Siendo así, ¿nos hace falta una nueva claridad o merece la pena visitar de vez en cuando aquellas tinieblas donde habita la posibilidad?