Somos apropiadores por naturaleza. Copiamos lo que vemos y lo que oímos, y así es como nuestro cerebro y habilidades se van desarrollando. Kirby Ferguson, escritor, editor y director, ha realizado una serie de películas tituladas Is Everything a Remix? (¿Es todo un remix?), en las que sostiene que lo único original es el Big Bang y todo lo demás es derogatorio.
Inicialmente copiamos, imitamos y/o reproducimos lo que nos rodea, para aprender. Sin embargo, cuando llegamos a la edad adulta, copiar, en vez de ser un modo de aprendizaje o experimentación, se convierte en falta de creatividad y originalidad. Incluso cuando, la verdad sea dicha, toda creación siempre es la suma de una serie de influencias. La propiedad intelectual y el copyright acechan a los creadores y la producción cultural. La ley no está a la altura de los hechos, situándose en contra del creador la mayoría de veces y a favor de las grandes corporaciones, ya que son estas las que dictan las leyes y poseen los derechos de copyright.
Con esto en mente, el otro día entrevisté a Nate Harrison, un artista y escritor americano, que investiga la intersección entre propiedad intelectual y producción cultural hoy en día. En su clase Appropriation Art: From Duchamp to Digital Disobedience (Arte de Apropiación: de Duchamp a la era de desobediencia digital) en la Escuela del Museo de Bellas Artes de Boston, donde se estudian casos recientes de demandas por plagio y se dialoga sobre la ética y las consecuencias de “apropiarse” del trabajo de otros. Aquí os dejo nuestra conversación.