¿Quién dijo que la única función de la fotografía documental debía ser recoger el testimonio del mundo en el que vivimos? No tenemos respuesta a esta pregunta, pero sí tenemos un claro ejemplo de cómo este ya no es el único propósito del documentalismo. La fotografía de reportaje se descongela para hablar de historias personales y para transmitir conceptos de la mano del arte.
Los límites de cada género fotográfico han estado siempre bien definidos por la propia identidad de los mismos, pero estas divisiones están siendo desdibujadas por la necesidad de nuevas formas de expresión. Hoy en día se busca no solo innovar sino experimentar y explotar las posibilidades de cada herramienta al alcance, lo que lleva a la fusión entre medios y a su intrusión.
En un momento de continuo cambio social, que además se ha convertido en la revolución de los medios de comunicación, la fotografía tiene más difusión que nunca. El consumo de imágenes es casi una necesidad primaria, y por ello, las posibilidades de la misma como medio de expresión se han visto magnificadas.
La fotografía artística tiende a documentar la realidad con una mirada crítica, inteligente y personal. Y el artista se adueña de este género como un lenguaje menos explotado al que darle una funcionalidad artística, con el que plasmar su estilo, su identidad y sus ideas.