Bienal de Venecia – 6-9 de mayo de 2015
Geoff Dyer en Amor en Venecia, muerte en Benarés cuenta irónicamente el ambiente de las vernissages de la Bienal de Venecia, donde el glamour y el calor conviven con dificultad, asistiendo a muchas escenas de verbena que tienen como protagonistas a críticos gorrones, artistas ávidos de visibilidad y coleccionistas que llegan a los grandes acontecimientos en sus propios yates.
Pero desde el punto de vista gastronómico, y quitando alguna buena fiesta donde sí hay pasta y otras delicatessen, lo normal en estas inauguraciones es pillar un poco de queso u hojaldre en sus diversas variedades, eso sí, siempre bien acompañado por un buen prosecco o por la bebida estrella: el spritz. Pero al margen del cuerpo que se te queda si durante 3 días sigues esta estupenda dieta, sería una pena no aprovechar las oportunidades que Venecia ofrece.
Así, ya que vamos a estar unos días a spritzs –sin duda, la bebida más apetecible y barata (suele rondar los 2-3 € frente a los alrededor de 5-6 € de una cerveza media)-, ¿por qué no empezar a lo grande? El Caffè Florian es el bar más antiguo de Europa, con más de 500 años de historia. En sus salones se ruedan todas las películas de época que pasan por la ciudad y, estando en San Marcos, también es uno de los sitios más caros, a excepción de si evitamos las mesas y vamos directamente a la barra. El precio ha subido mucho en los últimos años –¿será consecuencia de nuestra antigua guía de la ciudad?-, y ahora ronda el doble de cualquier otro sitio, pero una copa en el Florian no tiene precio.
En cuanto a especialidades venecianas, no podéis volver a casa sin haber probado algunos cicchetti (tapas), como el baccalà mantecato (una crema de paté con bacalao) o las sarde in saor (sardinas fritas en harina y maceradas en limón y cebolla, con piñones y a veces uva pasa), siendo común también varios tipos de mixtos de pescado hervido o frito. Y entre los platos, sin duda, la pasta con delicias procedentes del mar como los bigoli in salsa (una pasta larga de la zona hecha con cebolla, ajo y anchoas cocidas en vino blanco) o especialidades al nero di seppia (en tinta del calamar) o allo scoglio o alla scogliera (con tomate, ajo, mejillones y almejas); además de otros platos típicos pero difíciles de encontrar como el fegato alla venezian (hígado a la plancha con cebolla), que encuentras en lugares como La zucca, o un postre típico como La pincia, que tienen algunas pastelerías.
Un primer sitio auténtico, y que supone un reposo del pateo bienalístico, es Trattoria alla Nuova Speranza, muy cerca del Arsenale y donde se puede empezar con unas buenas sarde y continuar con unos bigoli in salsa. Suelen hacernos esperar, pero esa espera puede ser necesaria para no sucumbir a la Bienal, y mientras tanto, unos spritzs y buena conversación hacen que el tiempo pase volando.
En cuanto a rutas, hay muchas, por ejemplo, no está mal ir al atardecer al Ghetto y desembocar en la Fondamenta della Misericordia y sus alrededores, donde hay muchos sitios donde picar algo y algunos de los restaurantes más típicos: desde el famoso Ai 40 ladroni, lleno de turistas, a La bea vita, auténtico y baratito, aunque no esperéis algo muy refinado; eso sí, los calamares con polenta estaban mejor de lo que su apariencia indica. Y ya en esa zona, aconsejaría acercarse a Santa Maria del Orto y ver la tumba y la casa de Tintoretto, una maravilla.
Otra posible ruta podría empezar en el magnífico Al Bottegon, excelente para unas tapas o para comprar botellas, y continuar en I quattro Ferri, barato y con óptimas fuentes de pasta para dos, donde compartir mesa con suerte con lugareños, como la viejecita asombrosa que nos dio conversación agradable, consejos extraordinarios e incluso un poco de sus spaghetti al nero di seppia. Y si estuviera lleno, un valor seguro y con mayor capacidad son los dos San Trovaso que hay cerca. Ahí cerca tenemos Piazza Sta. Margherita, ideal para la noche y tomar unos spritzs más o cenar. En esta ocasión, con la Bienal, no quedaba un sitio libre o ya habían cerrado la cocina en otros (atención, muchos restaurantes cierran la cocina sobre las 21:30), así que fuimos a La piscina, restaurante más refinado que el resto y no caro, que se asoma a La Giudecca, con unas sarde in saor maravillosas, pero unos platos de pasta y un risotto más aparentes que sabrosos.
En la línea de I quattro ferri, familiar, auténtico y económico, hay unos cuantos restaurantes más que escapan del timo al turista y que siguen apostando por que el cliente vuelva. Entre ellos, Celestia, en las Fondamenta Nuove, alguno más en la Fondamenta Barbarigo e incluso restaurantes de pescado en islas como Sant'Erasmo.
En cuanto a clásicos, sin duda, para unas buenas tapas, La vedova nera, en la Strada Nuova, el estupendo La Zucca, en S. Giacomo dall’Orio, Ai tre spiade, cerca de Rialto, o el Banco giro, al lado del mercado, también un clásico para los spritzs nocturnos.
Precisamente en Rialto conviene ver si están montando un pequeño escenario, ya que es señal de que habrá una Festa dell’Unità. Si queréis escuchar a añejos comunistas recitar y comer comida auténtica y económica, este es vuestro lugar. Y no olvidemos las pastelerías, como Tonolo, cerca de Santa Margherita, y si tenéis tiempo, vale la pena acercarse a Rio Marin a tomar el mejor tiramisú del mundo, hecho en grandes tablas para degustar el trozo al gusto y comprobar una consistencia prodigiosa.
Así que no ceguéis con las inauguraciones y variad la dieta al rico pescado.
Autor: Pedro Medina
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